La inteligencia artificial es un concepto que cada vez adquiere más presencia en la sociedad. Los avances tecnológicos en este campo son cada vez más sorprendentes.
Aristóteles describió en su día un conjunto de reglas sobre una parte del funcionamiento de la mente para obtener conclusiones racionales, y Ctesibio de Alejandría construyó la primera máquina autocontrolada, un regulador del flujo de agua. Estamos seguras de que ninguno de los dos pensó que, más de veintiún siglos después, fuese a haber en desarrollo, por ejemplo, sistemas inteligentes terapéuticos que permitiesen detectar emociones para poder interactuar con personas autistas.
El avance de la IA ha creado una gran diversidad de opiniones éticas y morales.
¿Qué podemos decir al respecto?
Que, al igual que todo aquello creado por el ser humano, su carácter positivo o negativo no provendrá más que del uso que este haga de ella.
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